Estimados (as) Socios (as):

 Junto con saludarlos cordialmente, les adjunto Carta Homenaje, escrita por el Teniente Coronel (J) (R) de Carabineros, don Hector Lorca Rodríguez, Profesor de la Escuela de Formación de Carabineros y Socio Activo de nuestra Corporación, quien en una emotiva misiva, expresa el aprecio y admiración por las virtudes personales y labor docente efectuada durante 14 años por nuestro apreciado Director, el Oficial Mayor de Secretaría (R), don Jorge Verdugo Araya (Q.E.P.D.)

 

 Lo anterior para  conocimiento y fines pertinentes.

                  Atentamente,

     RODRIGO CAMPOS TRAVISANY

       Coronel (R) de Carabineros 

      PRESIDENTE DE CIRJOCAR

 

 

              Adiós don Jorge.

               -¡Si no es para tanto… cualquiera lo habría hecho!-

               Así contestaba don Jorge cuando le agradecíamos por su histórica gestión ante la Contraloría General de la República que ordenó el pago de las horas de clases en Carabineros al mismo valor de las percibidas por los profesores de Estado. No le gustaba hablar de aquel episodio en que con audacia y en soledad consiguió reparar una injusta situación que se arrastraba por mucho tiempo. Cuando hace algunos años le mencioné la idea de llevar la sala de profesores su nombre por lo inconmensurable de su obra me miró seriamente, no me lo dijo pero adiviné que lo había tocado en su modestia y respetuosamente me pidió – ¡por favor ni siquiera lo piense mi comandante! –

               El dictamen del organismo contralor fue categórico y reprodujo íntegramente los argumentos utilizados por don Jorge en su presentación la que en sí no era un modelo a seguir ni por los fundamentos ni por la redacción puesto que él no buscaba el preciosismo. Su lógica descansaba fundamentalmente en la sencillez y no porque desconociera la reglamentación vigente sino todo lo contrario, siendo avezado en estas materias, don Jorge entendía que las normas legales no son meras entelequias. Sabía que todas ellas tenían cuerpo y espíritu por lo cual él recurría al real sentido de justicia del que están impregnadas.

                Con el tiempo, al conocerle mejor, comprendí que el derecho del cual se valía correspondía a un derecho mucho más simple y justo que emanaba de la filosofía de vida de los hombres de corazón sencillo como don Jorge para quién todas las cosas eran sencillas. Ese era el predicamento que iluminaba su pensar. 

               Era fácil conversar con él. Tenía la virtuosa disposición de aquellos viejos maestros a los cuales se podía recurrir en busca de consejo teniendo la certeza de siempre encontrarlo. Con la eterna sonrisa anidada en su rostro le veíamos en los patios orientando y explicando los entresijos burocráticos institucionales a cualquiera que se lo pidiera. Aportaba con su experiencia en los debates que comúnmente se generaban entre los profesores y cuando percibía como errada su opinión guardaba silencio y escuchaba. También, decía con humildad, hay que aprender de los más doctos. 

               Pese a los problemas de salud que venían aquejándole y que le obligaban a un mayor cuidado él los minimizaba achacándolos a su edad, aseguraba que la parca se lo llevaría tarde o temprano por lo que no valía la pena hacerle “cachañas”. En todo momento mantuvo el mismo alegre espíritu que le caracterizaba. ¡Cuán sabroso era comentar con él las novedades políticas o institucionales durante los recreos! Tenía un enfoque muy particular de la vida funcionaria generando a veces discusiones acaloradas que el mismo se encargaba buenamente de terminar con algunas de sus chispeantes salidas, distrayéndonos por unos instantes de las tensiones propias de la labor docente.      

                  Es muy cierto que la sala de profesores de Cerrillos no será la misma sin su presencia.  Se nos ha ido un ser excepcional dejándonos como herencia quizá el más importante avance conseguido para los profesores de Carabineros por quiénes desplegó una abnegada e incesante lucha y que ahora claudica sólo por su partida.

                   Alegra saber que cuando dejemos este mundo vendrá don Jorge a nuestro encuentro con su inagotable sonrisa y, en la mano, seguramente, con el ya creado estatuto docente institucional por el que tanto bregó en vida.  

                    Su ausencia es dolorosa para quiénes mucho le apreciábamos pero su recuerdo nos reconforta y conforme a la sabia reflexión de un gran escritor, no debemos llorar por haberlo perdido sino alegrarnos por haberlo tenido.    

                    Hasta siempre don Jorge. 

  

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